jueves, febrero 04, 2010

Viene volando - Cristian Warnken

.... nada que leamos ni veamos por TV debe ser cerca de lo que ha pasado, nada de lo que podamos imaginarnos desde lejos, nada de lo que creemos que estamos compartiendo de corazón.  Lo que se debe de estar viviendo en Haití desde ese día hasta hoy y quien sabe hasta cuando.....me saca de toda  -capacidad de asombro-  que todavía creo tener.

Hubo dos chilenas  (Andrea Loi y M. Teresa Dowling) que por distintas razones,  las dos de alguna manera cooperando y en misiones de ayuda en Haití,  se quedaron ahí sepultadas bajo ese país en el que seguramente dejaron mas que su propia vida.
Cristian Warnken escribe un homenaje a una de ellas......

Viene volando 
 A nuestro amigo Isidoro Loi.
Andrea Loi viene volando. Su cuerpo regresa a la tierra, pero es su sonrisa la que viene volando. Esta es su casa, pero Haití también lo era, y su familia se extendía más allá de los estrechos límites de la sangre, como sucede con las grandes almas. Mientras los niños haitianos lloraban y las mujeres gritaban al cielo en creol, ella entendió como nadie ese clamor: ella conocía el idioma creol y sabía traducir el lenguaje del dolor, pero su sonrisa salió volando de entre los escombros. Sobre la catástrofe, sobre la devastación, sobre las ruinas, su sonrisa encendió el cielo, entre los fuegos y los disparos de las hordas hambrientas. Porque la sonrisa de Andrea Loi es de esas sonrisas puras que ni el dolor ni el absurdo pueden cegar. Lo saben los niños haitianos, los hombres y mujeres de Puerto Príncipe que la conocieron y que hoy vagan como fantasmas perdidos por las calles, pero con su sonrisa prendida adentro, como una lámpara. Porque Andrea Loi era la misionera de su propia sonrisa, de una esperanza que brotó como flor milagrosa entre las grietas.
Cuando el dolor excede todas las medidas y límites, no son los discursos, no son los fáciles consuelos los que sobreviven a la ceniza, al barro, a la sangre. Andrea Loi dejó la comodidad y la costumbre para bajar al infierno con los otros. Sólo se puede bajar a esos infiernos precedido por una sonrisa como la que ella encendía en las noches que visitaba. Andrea Loi viene volando y quiero cerrar los ojos para verla. Su sonrisa me traspasa en una fotografía en un diario. Su sonrisa nos duele e ilumina al mismo tiempo. Y Haití entero que está hoy sumido en las tinieblas no desaparecerá, no se hundirá en el abismo, porque la sonrisa de Andrea Loi y la de los que dieron su vida son estrellas que brillan en un cielo que no vemos... Su sonrisa no brilla sólo por los más miserables, para los parias del planeta: brilla sobre todo para nosotros, los habitantes del país de la abundancia insolente, los extranjeros que perdimos la mirada transparente e idealista de la juventud sobre las cosas, esa mirada que quiere conquistar el mundo y cambiarlo. Andrea Loi no extravió nunca esa mirada. ¡Ay de nosotros que sentados cómodamente en nuestros sofás vemos cómo el dolor incendia al mundo! Nosotros que hacemos zapping para olvidar, nosotros que no abrimos una herida en nuestra anestesiada carne para que entre la luz. Y la luz llegará a visitarnos sólo cuando la sangre de los niños que sufren en el mundo salte desde la pantalla azul y manche nuestras sábanas demasiado limpias y nuestros muros blanqueados.

Para eso la sonrisa de Andrea Loi viene volando. Y su cuerpo que vemos regresar es sólo el capullo —la semilla de una mujer valiente y pura— donde germinó el misterio de la sonrisa. El misterio de la sonrisa de los que brillan en medio de lo insoportable y del horror. Eso es lo que florece entre los escombros de las espantosas ruinas. Y nuestras vidas sobrevivirán al desastre de la indiferencia (la peor de las catástrofes humanas), si la sonrisa de esta joven chilena nos toca con uno de sus pétalos de luz, nos sana con esa humedad que hace florecer la vida desde el alma cuando todo parece un desierto. El desierto que hemos sembrado a nuestro alrededor para no sufrir, para no cambiar. ¿Cómo entenderemos el gemido en creol que viene de Puerto Príncipe si hemos olvidado traducir el dolor de los otros? La sonrisa de Andrea Loi viene volando. Créanme lo que digo. No es metáfora ni una imagen de ocasión para salvar la distancia entre el dolor y las palabras. Recen por que sea cierto. No recen sólo por los cientos de miles de muertos de Puerto Príncipe. Recen también por nosotros, porque sin esa sonrisa, somos como las fichas rotas de una absurda ruleta de una isla rica pero miserable, arrojadas al mar.