sábado, septiembre 15, 2007

Notas del subsuelo....de Trinquete

Hace un buen tiempo ya que Trinquete (mi hijo Alfredo) me mandó estas notas y que las dejé para más tarde, olvidándome de ellas. En esa ocasión él debe de haber tenido planeado seguir con éstas, ya que aparte de aclarar que las "notas del subsuelo" no son las de Dostoievsky, la denominó con: Los Muertos 1. ; parece que en esos dias sentía que vendrían más... hasta hoy no he recibido la Nº 2.
Hoy ordenando un poco mi notebook, borrando y releyendo artículos me lo encontré.
Ya que tenemos un especie de joint-venture literario, mencionado anteriormente, (ver archivo en junio 07 ) comparto a continuación....

Notas del Subsuelo
Los Muertos 1


Cuando fui a Boston hace ya unos años, lo que más me llamó la atención, y lo que más me gustó fue cómo mezclado y entremedio los rascacielos, yacían cementerios del siglo XIX y principios del XX, con lápidas de piedras gruesas, negras, con inscripciones ya ilegibles. Eran cementerios románticos y místicos que parecían respirar por sí solos, cuando desde las profundidades y a través de las rejillas de ventilación del metro (el más antiguo de EE.UU.) aparecía un vaho de ultratumba que le daba al sitio un toque tenebroso, tétrico, hitchcockeano.

Hace poco mi oficina se cambió de ubicación, y pasamos de trabajar en el cómodo y asequible barrio de Providencia, a la comuna de Huechuraba. Desde aquí, mi nuevo puesto, se puede ver como entre unas lomas de pasto verde y bien cuidadas se extiende un cementerio que sobremira los edificios de oficinas varias. De hecho, mientras escribo estas líneas, van caminando –y nunca mejor dicho- a paso fúnebre hacia el entierro de algún ser querido, un grupo indeterminado de personas todas vestidas de luto.

La verdad es que no me veo decidiendo ser enterrado en Ciudad Empresarial, que es como se llama esta fea explanada, este agujero negro. A lo mejor el cementerio estaba aquí antes de que apareciera siquiera el primer edificio, pero según tengo entendido primero llegaron las oficinas, luego los muertitos. Y si en un principio era uno o dos muertos, ahora se han tomado la colina entera y se han extendido, y forman gran parte del paisaje que hoy proyectan varias ventanas de numerosos lugares de trabajo.

¿Quiénes son estos muertos? ¿Son más lugareños, más de estas partes, son locales? ¿Son personas que decidieron ser enterrados aquí, o han sido depositados aquí sin consulta previa y engañados? Y si es esto último, ¿quién responde cuando las almas comiencen a vagar por Ciudad Empresarial y empiecen a ingresar a los edificios, a las oficinas, a sentarse junto a nosotros en nuestros puestos y nos toquen en el hombro; porque nos querrán consultar por qué cresta se los enterró ahí y no donde habían querido?

En estas frías mañanas de invierno cuando baja la neblina y no se ve más allá de tu nariz, la tierra comienza a partirse, y desde las profundidades comienzan a salir del subsuelo manos, brazos, cabezas, cuerpos, los muertos. Mientras unos, piedra en mano, exigen una explicación a toda su existencia, a sus condenas a la eternidad; otros celebran su resurrección en el bar más cercano, y los que quedan visitan sus vivos. Todos vuelven a habitar la Tierra, a deambular por las calles cuan almas en pena, a frecuentar casas, florerías, prostíbulos, bibliotecas, discotecas, supermercados, salas de cines, van a ver un partido de fútbol, manejan el último modelo de Ferrari, viajan en avión… todo en un mismo día, hasta que dura la neblina.

Cuando la neblina sube, los muertos vuelven a bajar. Y yo desde mi puesto veo pasar otra procesión en marcha fúnebre, yendo a enterrar a uno de sus seres queridos, a uno más que depositarán dentro de su tumba y se convertirá en comida para gusanos y en el paisaje donde mi distraída mirada irá a parar. Los vivos ya debemos estar en clara desventaja numérica… lo advierto por si algún día nos da por sacarlos de sus casillas.


Trinquete.

Stgo. 010807

1 comentario:

Pinkerton dijo...

Gracias por dejar un mensaje donde roberto, nuestro insigne filósofo del corazón.

Gracias, de corazón.